Antes de que de inventaran las aplicaciones de post-it digitales, incluso cuando no había aún ni santos ni menos aún libretas con santoral en las que apuntar debes y, con suerte, haberes; es más, en el tiempo anterior a que hubiera incluso junco y tinta para dejar memoria escrita, cualquiera sabía que tenía cosas pendientes (a veces placeres demorados, en ocasiones simples tribulaciones)
Cada cual lo puede representar a su manera: yo a veces imagino el espíritu de un pájaro carpintero repiqueteando levemente en la parte posterior de la cabeza, hacia donde descansa una región, casi virgen, del cerebro.
Por eso, sin necesidad de mirar el móvil sé que todavía tengo sin acabar esta tarea recopilatoria que, en el fondo, sólo a mí me importa. Tengo que desocupar, siguiendo a Oteiza, el espacio para que pueda fluir más energía. Y eso voy a hacer. Terminar la selección de Haikus que, en el fondo, son como pequeñas picaduras de insectos del amanecer de aquellos días de pandemia.
En esta ocasión les toca el turno a aquellos que tenían que ver con el paso del tiempo lento (los «relojes alterados»), la recuperación de la presencia de otros («figuras humanas»), el redescubrimiento de los espacios cotidianos («cuartos donde estar») y por último, simplemente, la «vuelta a la calle», el espacio público en el que mostramos nuestro ser privado. El epílogo es autorreferencial, sobre el simple acto de escribir.
5- Relojes alterados
(el tiempo, el implacable, el que estos días se curva y juega al escondite, las manecillas que se desordenan)
#9
En una esquina
mi reloj atrasado
pide la hora
29 de marzo
#10
La primavera
da paso a sus criaturas:
camaleones.
30 de marzo
#37
Mi despertador,
tedioso en su rutina,
grita en voz baja.
27 de abril
Ayer se borró
una hoja del calendario
sin despedirse.
1 de mayo
6.- Figuras humanas
(cuando son personas las que hacen, callan, dicen)