El día no había empezado así, nada anticipaba la deriva de los acontecimientos.
Sin saber muy bien cómo acabas en ese sitio, y en esa situación. Decides dejarte llevar con todas las consecuencias.
Poco a poco se ha hecho inexcusablemente tarde; es ya casi de noche. Sales y cierras la puerta sin mirar atrás y te diriges al coche. Abres y te sientas, la sonrisa tenue aún en la cara; entornados los ojos. Dejas pasar unos segundos.
En la cabeza no hay palabras, sólo colores y el rastro de alguna sensación que no sabes a cuál de los cinco sentidos puede corresponder.
Gotas de la lluvia que ha ido cayendo mientras no estabas se han adueñado del cristal. Forman una agradable película protectora: el mundo queda borroso al otro lado.
Giras sin prisa la llave y el motor se despereza. Vuelves en ti y accionas el parabrisas: lentamente, éste barre con suavidad la película de agua que te ha estado esperando. Aparece el cristal desnudo. Sientes un placer pequeño.
Ahora lo ves todo más claro.
@josetxu_erre