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Empalagosamente

No soporta los olores empalagosos, especialmente en lo que a colonias se refiere. Al profundo desagrado se une la incomprensión, y cuando percibe una de esas fragancias tiene que reprimirse para no buscar con la mirada la complicidad del resto de personas cercanas. Junto con tales aromas le llega la impresión de ofensa, de agravio, casi diría que de infamia.

Aun así procura disimular. Piensa que hay gente sensata capaz de perfumarse con esas colonias que de un dulce tan denso que exhalan hacen picar la garganta y escocer los ojos. En cualquier caso, y aunque no lo sepa, no son los sentidos lo que se saturan, es su propia mente la que percibe la marea de azúcar quemado y pétalos de rosa borrachos que se desprende de tales olores.

Aquella chica olía así y quizá todo en ella sintonizaba con su perfume: era grande, evidente, con su boca amplia hablaba mucho, rápido y con marcado acento; sus camisas eran amplias y tenían bordados; su pelo, largo. Pero él accedió a su invitación de desayunar juntos un día. La excusa formal era comprobar si realmente ella era capaz de comer por las mañanas tanto como decía. Sigue leyendo