En este caso las huellas de la memoria son las huellas que yo mismo dejé durante un tiempo en las salas y pasillos del Hospital de C. Pocos sitios resultan para mí tan amenazantes como esos edificios monstruosos con múltiples plantas, puestos de enfermería siempre vacíos y directorios de especialidades médicas a cada paso.
Durante aquellos pocos meses descubrí la existencia de agujeros negros en la tierra: líneas de fuga de la normalidad cotidiana que llevaban a estancias ocultas para nosotros, ciudadanos mediocres. Frente a uno de esos espacios pasaba yo cada tarde de camino al ascensor que había de arrojarme a la calle mojada en lluvia. El cartel era conciso y contundente: “oncología pediátrica” Sigue leyendo