Hace ya un mundo, en junio, publiqué una primera recopilación de los Haikus del Confinamiento; se trataba de seleccionar algunos de los que había ido escribiendo a diario durante aquel tiempo cercano en el que apenas podíamos salir de casa. Esa entrega (¿a quién?, ¿a qué?) estaba dedicada a los que yo había agrupado bajo el epígrafe de “ventanas a la calle”.
Ahora, cuando parece que, como el reflujo de una mala digestión, vivimos otra vez bajo la amenaza de las cifras que no terminamos de entender, siento una pequeña urgencia de seguir con otros capítulos. No sea que a la tarea hecha se sume el trabajo por hacer.
Aquí van, por tanto, algunos de los que hablaban de pájaros, playas y campos. Nada como estar encerrado para percibir de otra manera los seres y lugares gastados por mi mirada cotidiana.
2- Pájaros en vuelo libre
(que habla sobre la observación de estas extrañas criaturas con alas)
#3
Oscuro nido
vigilia de sus crías.
Pliego mis alas.
23 de marzo
#12
La escoba
lleva plumas de gorrión
a la basura.
1 de abril
#19
Aves de ciudad
de larga cola negra
y pecho blanco.
8 de abril
3- Playas en las que naufragar
(sobre la nostalgia de la arena y el agua con sal)
#34
¿Cuánto tiempo más
soportará mi playa
sin caminantes?
24 de abril
#45
Pasos junto al mar,
al otro lado, casas.
ciudad de invierno.
5 de mayo
#46
Barca de tablas
que se mece en la brisa
recién lavada
6 de mayo
4.- Campos en los que estaré
(cuando recuerdo cómo son el barro, la hierba y las piedras y lo que ahí sucede)
#5
El paseante
camina por los campos
en sus escritos.
25 de marzo
#6
Oigo que viene
momento de semillas
sin temporada.
26 de marzo
#27
Riego en mi huerto
de abrazos guardados
y pasos perdidos.
16 de abril
Para hacer esta selección releo un poco distraídamente cada haiku. Algunos me llevan al momento y emoción, al descubrimiento de ese instante de cinco, siete, y cinco sílabas. Otros, por el contrario, no me dicen nada diferente de lo que me diría un diccionario si buscara en él cada una de sus palabras.
En todo caso, en el momento de escribirlos todo era real; así, diré que cuando no queda el latido, queda al menos lo escrito.